El
trasplante o injerto común es un tratamiento médico complejo. Permite que
órganos, tejidos o células de una persona pueda reemplazar órganos, tejidos o
células enfermas de otra persona. En algunos casos esta acción sirve para
salvarle la vida, en otros para mejorar la calidad de vida.
Las
ventajas de un trasplante pueden ser muchas: la cura de una enfermedad, que es
otra manera de hacer una terapia génica al paciente, que toda esta expresión
génica está bajo control y lo más importante, que el órgano, tejido o célula
trasplantadas no van a tener marcas de una enfermedad previa. De la misma
manera, existen inconvenientes a tener en cuenta: existen problemas de
suministro, podemos encontrar graves problemas de compatibilidad y rechazo, la
operación pueden ser muy cara y como en cualquier otro tipo de operación, puede
haber infección.
En pos
de la ya mencionada ventaja de evitar trasplantes con órganos o tejidos no
aptos para los mismos, se excluye a un donante cuando presenta el VIH, una
infección descontrolada, un cáncer, una sepsis con fracaso hemodinámico, una
isquemia prolongada, una arterosclerosis grave o la enfermedad de
Creutzfeldt-Jakob (vacas locas).
Hasta
hace unos años la extracción de los órganos se realizaba cuando el paciente
presentaba paro cardiaco, pero actualmente
se realiza cuando hay datos de muerte cerebral. El certificado de
defunción será suscrito por tres médicos, entre los que deberán figurar, un
neurólogo o neurocirujano y el jefe del servicio de la unidad médica correspondiente,
o su sustituto; ninguno de estos facultativos podrá formar parte del equipo que
vaya a proceder a la obtención del órgano a efectuar el trasplante.
La
donación de persona viva es posible si
se cumplen las condiciones y requisitos establecidos por la Ley. Que son entre
otras que el donante sea mayor de edad, Que goce de plenas facultades mentales
y haya sido previamente informado de las consecuencias de su decisión. Esta
información se referirá a las consecuencias previsibles de orden somático, psíquico
y psicológico, a las eventuales repercusiones que la donación pueda tener sobre
su vida personal, familiar y profesional, así como a los beneficios que con el
trasplante se espera haya de conseguir el receptor. La donación ha de ser
voluntaria, gratuita y altruista. Hasta hace poco sólo se aceptaba la donación
a un familiar o conocido pero desde hace poco España ha autorizado la figura
del «buen samaritano», como se denomina
a aquellas personas que se ofrecen a donar un órgano en vida,
habitualmente un riñón, sin importarles a quién va destinado.
En
resumen, y considerando el carácter humano de los comentados trasplantes, no
sólo deberían ser considerados como un recurso de emergencia destinado a
prevenir la muerte de alguien con quien tengamos lazos afectivos, sino como
otra forma de ayudar a personas desconocidas; una alternativa solidaria en
nuestra relación con la sociedad.
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