martes, 14 de febrero de 2012

El azúcar

En la actualidad, no es infrecuente escuchar a alguien preguntar, ¿por qué no adelgazo, si como poca comida, y todo es 0% grasa? La respuesta se encuentra, dejando a un lado tanto cuestiones genéticas como el propio problema que ocasiona no comer grasa, en la ingesta de azúcar, del cual se dice que no es bueno tomarlo en exceso, pero no suelen conocerse los motivos de dicha afirmación, por lo que no se le presta la atención suficiente.

El azúcar agregado es tan dañino como adictivo (de manera similar que el alcohol y el tabaco), el cuerpo no lo necesita (mucho menos en exceso), porque se basta con la fructosa de la fruta y la miel, y somos nosotros los únicos que podemos decidir consumirlo o no (y cuanto).

El azúcar es cristal de sacarosa extraída de la caña de azúcar y de la remolacha azucarera, y durante su producción es liberado de sus vitaminas y minerales, por lo que no tiene ningún beneficio nutritivo. Es un hidrato de carbono que luego de consumido se convierte en energía, aunque, en exceso, gran parte se convierte en grasa y pasa a formar parte del sobrepeso corporal.

El azúcar es adictivo porque al consumirlo nuestro cuerpo eleva la presencia de glucosa, que se traduce en euforia o sensación de energía o a veces calma; pero, momentánea y rápida, porque, el azúcar es procesado inmediatamente con la insulina segregada por el páncreas, quemándola o acumulándola como grasa.

Al terminar la sensación primera (energética), si hemos consumido mucha azúcar y éste se ha procesado rápido, la sensación cambia a una de decaimiento y cansancio. Entonces el cuerpo siente la necesidad de consumir más azúcar. Es así que mientras más azúcar consumamos más azúcar necesitará el cuerpo.

Para controlar el nivel de este azúcar ingerido se liberará mucha insulina y para ser eliminadas las calorías vacías (como se le conoce también), se hará uso de minerales y vitaminas de las reservas, generando un gran desgaste. Y si no se puede eliminar normalmente, se almacena como glucosa en el hígado y, cuando este rebasa su capacidad, la glucosa es devuelta a la sangre que la redistribuye en las partes menos activas del cuerpo (abdomen, caderas, nalgas, pechos).

Una vez que estas partes se han llenado, entonces los ácidos grasos se redistribuyen en órganos activos (corazón, riñón, etc.), su funcionamiento se degenera, enlentece y afecta, produciendo tensión sanguínea anormal. Así, en cadena, el mal se extiende al funcionamiento del sistema nervioso que controla los órganos. Esta condición vulnerable podría hacernos propensos a contraer enfermedades indeseables.

Como vemos, el azúcar agregada o de mesa, es recibida de manera poco beneficiosa por el cuerpo, a diferencia del azúcar de fruta o fructosa (presente también en la miel), que es procesada con mayor naturalidad. Ambos se metabolizan en forma de glucosa en la sangre, pero se comportan de manera diferente. Con la fruta, se elevan los niveles de insulina pero de manera lenta, mientras que con el azúcar agregado se acelera el proceso y se desgasta energía.

Además, calorías sin nutrientes que generan sobrepeso, envejecimiento, daños en la piel (porque daña el colágeno que atribuye elasticidad a la piel), bajas defensas y hasta diabetes o enfermedades cardíacas, son las probables consecuencias. Y si consumir azúcar agregada –en exceso- nos causa todo esto ¿por qué no evitarla y así mejorar nuestra salud?

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