En general, los países en vías de desarrollo están en situación de desventaja en todos los factores que determinan la salud. Son más propensos a tener mala salud y enfermedades por falta de recursos financieros, su limitado conocimiento del tema en cuestión y su uso limitado de los servicios sanitarios. La población más afluente tiende a usar estos servicios con mayor frecuencia, siguen las recomendaciones del personal profesional capacitado en vez de acudir a curanderos, y tienen familias de menor tamaño y mejor nutridas. La educación, especialmente entre las mujeres, tiene un papel destacado en la conducta y hábitos de los hogares relacionados con la buena salud.
Los factores de la comunidad, entre los que se encuentran el medio ambiente y la geografía, también ponen a los pobres en posición de desventaja con relación a la salud. Las personas que viven en áreas rurales y remotas poco atendidas tienen menor acceso a agua limpia, viviendas sanas y buen transporte. En las comunidades pobres, las normas sociales, inclusive las relativas a contraer matrimonio a edades tempranas y tener grandes familias, y la discriminación contra la mujer, tienden a fomentar conductas que conducen a la mala salud.
Asimismo, los pobres se benefician menos del sistema de sanidad que la población más afluente. Los pobres tienen mayores probabilidades de sufrir la falta de servicios de salud, dificultad de acceso a los mismos, o servicios demasiado caros y de calidad relativamente baja. Con frecuencia los gobiernos asignan la mayor proporción de sus presupuestos sanitarios a los hospitales urbanos, lo que deja a los residentes rurales sin suficientes establecimientos de salud.
Como parte de un plan nacional para reducir la pobreza, muchos gobiernos han apoyado la provisión de servicios de salud gratuitos o subvencionados para mejorar el estado de salud de los pobres y las poblaciones vulnerables; pero en una serie de países subdesarrollados no se benefician tanto del gasto público en salud tanto como las poblaciones más afluentes, lo cual genera dos problemas: por una parte, la propia atención sanitaria en dichos países, y por otro, las causas de la “discriminación” sanitaria con respecto al resto.
Debajo, una imagen de un niño que padece Poliomielitis, una de las principales enfermedades en África, sobre todo en niños, afección que daña el sistema nervios, provocando síntomas como la debilidad muscular y la parálisis aguda.
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